Tecnología al Servicio del Ser Humano: El Desafío Ético del Siglo XXI Según la Doctrina Social de la Iglesia
En un siglo marcado por avances tecnológicos sin precedentes, la pregunta fundamental sigue siendo: ¿la tecnología nos sirve a nosotros o nosotros le servimos a ella? Esta reflexión, crucial para el bienestar de la humanidad, encuentra una profunda respuesta en la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), que se ha adaptado y enriquecido a lo largo del tiempo para abordar los desafíos contemporáneos. La DSI, con sus raíces en la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, ofrece una perspectiva ética y humanista sobre el desarrollo tecnológico, buscando garantizar que este sirva al bien común y promueva la dignidad de la persona humana.
La cita de Karl Marx, “Un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios”, pronunciada por María Teresa Compte, doctora en Ciencias, nos recuerda la persistente desigualdad económica y social que persiste en el mundo. La DSI busca evitar que la tecnología, en lugar de ser una herramienta para la liberación y el progreso, se convierta en un instrumento de opresión y exclusión, exacerbando las brechas entre ricos y pobres.
El Principio del Bien Común: La Brújula Moral
Uno de los pilares fundamentales de la DSI es el principio del bien común. Este principio exige que el desarrollo tecnológico se oriente hacia la satisfacción de las necesidades básicas de todos, garantizando el acceso a la educación, la salud, el trabajo digno y un medio ambiente sostenible. La tecnología debe estar al servicio de la justicia social y la solidaridad, promoviendo la inclusión y la participación de todos en la vida económica, política y cultural.
La Dignidad de la Persona Humana: El Valor Supremo
La DSI enfatiza la dignidad inherente de cada persona, desde la concepción hasta la muerte natural. Esto implica que el desarrollo tecnológico debe respetar los derechos fundamentales de la persona, proteger su vida y su integridad, y promover su desarrollo integral. La inteligencia artificial, la biotecnología y otras tecnologías emergentes plantean desafíos éticos complejos que requieren una reflexión profunda y una regulación adecuada para garantizar que se utilicen de manera responsable y respetuosa con la dignidad humana.
El Trabajo Humano: Más que Productividad
La DSI considera el trabajo como un componente esencial de la vida humana, un medio para la realización personal y la contribución al bien común. La automatización y la digitalización del trabajo plantean la preocupación de la pérdida de empleos y la precarización laboral. La DSI insta a buscar soluciones que garanticen que la tecnología complemente el trabajo humano, en lugar de reemplazarlo, y que se promuevan políticas que protejan los derechos de los trabajadores y fomenten la creación de empleos dignos.
La Economía de la Compasión: Un Modelo Alternativo
La DSI propone una economía basada en la compasión, la solidaridad y la justicia social. Esta economía se caracteriza por la primacía del ser humano sobre el capital, la distribución equitativa de la riqueza y la protección del medio ambiente. La tecnología puede desempeñar un papel importante en la construcción de esta economía, facilitando el acceso a bienes y servicios esenciales, promoviendo la innovación social y reduciendo la pobreza.
En conclusión, la Doctrina Social de la Iglesia ofrece una guía valiosa para navegar por los desafíos éticos del siglo XXI. Al poner al ser humano en el centro del desarrollo tecnológico y orientarlo hacia el bien común, podemos construir un futuro más justo, solidario y sostenible para todos.