Noche de Nieves y Secretos: Una Aventura en la Montaña Olvidada

2025-06-18
Noche de Nieves y Secretos: Una Aventura en la Montaña Olvidada
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La montaña respiraba tristeza, un lamento constante arrastrado por el viento helado. La oscuridad llegó sin previo aviso, tragándose los últimos rayos de luz y sumiéndome en una noche implacable. Era una de esas noches que te oprimen, densas y absolutas, donde la soledad se vuelve palpable.

Confieso, había subestimado la furia de la montaña. Impulsado por la promesa de un observatorio abandonado, me adentré demasiado, buscando una vista que quizás nunca existió. Cada paso era una batalla contra el frío penetrante y la nieve que se acumulaba bajo mis botas. El silencio, roto únicamente por el gemido del viento, era casi insoportable, un vacío que resonaba en lo más profundo de mi ser.

Sentía la presencia de la montaña, como si me observara, juzgara mi osadía. Las sombras danzaban en mi visión periférica, deformando la realidad, alimentando los miedos que acechaban en mi mente nocturna. ¿Eran producto de la fatiga, del frío, o algo más?

La nieve, implacable, cubría todo a su paso, borrando cualquier rastro de mi ascenso. La sensación de aislamiento se intensificaba con cada minuto que pasaba. El observatorio, mi objetivo, se había convertido en una quimera, una fantasía lejana en medio de esta tormenta blanca.

De repente, un sonido. Un débil susurro, casi imperceptible, que se elevaba por encima del rugido del viento. ¿Era mi imaginación jugando otra mala pasada, o había algo más en la montaña?

Me detuve, conteniendo el aliento, aguzando el oído. El susurro se repitió, esta vez con mayor claridad. Era un sonido... musical. Una melodía triste y melancólica que parecía emanar de las entrañas de la montaña.

Con cautela, me dirigí hacia el sonido, abriéndome paso entre la nieve. A medida que me acercaba, la melodía se hacía más fuerte, más clara, revelando una belleza sorprendente en medio de la desolación.

Finalmente, llegué a una pequeña cueva, protegida del viento y la nieve. En su interior, una figura solitaria tocaba un instrumento antiguo, una especie de flauta de madera tallada con intrincados diseños.

La figura se giró hacia mí, revelando un rostro marcado por el tiempo y la sabiduría. Sus ojos brillaban con una luz extraña, como si hubieran contemplado los secretos de la montaña durante siglos.

“Has llegado hasta aquí, forastero,” dijo con una voz suave y resonante. “La montaña te ha llamado. Ahora, debes escuchar lo que tiene que decir.”

Y así, en medio de la noche oscura y la montaña nevada, comencé a descubrir los secretos que la montaña guardaba, una historia de olvido, de esperanza y de la inquebrantable fuerza de la naturaleza.

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