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Durante una reciente entrevista, Morant no dudó en expresar su preocupación por la gestión del partido, llegando a admitir que el gobierno está “asustado por lo que le pase al PSOE”. Esta declaración ha sido interpretada por la oposición como una señal de debilidad y falta de liderazgo.

Pero la controversia no terminó ahí. Morant añadió una acusación aún más grave: la existencia de “golfos” (un término coloquial para referirse a personas con intenciones ocultas o desleales) infiltrados en los ministerios del PSOE. “Estaban en sus ministerios”, sentenció la vicepresidenta, generando un terremoto político y exigencias de investigación por parte de la oposición.

Estas palabras han provocado una ola de reacciones en la esfera política. Los partidos de la oposición han exigido una investigación exhaustiva para identificar a los supuestos infiltrados y determinar la magnitud de la infiltración. El gobierno, por su parte, ha negado las acusaciones y ha calificado las declaraciones de Morant como “irresponsables” y “perjudiciosas”.

Morant también expresó su “asco” por la “actitud machista” que ha percibido en algunos sectores del partido y de la sociedad en general. Esta denuncia se suma a la creciente preocupación por la igualdad de género y la lucha contra la discriminación en España.

El contexto de estas declaraciones se produce en un momento de gran inestabilidad política en España, con el PSOE enfrentando una serie de desafíos internos y externos. La crisis económica, las tensiones territoriales y la polarización política han contribuido a crear un clima de incertidumbre y desconfianza.

La veracidad de las acusaciones de Morant aún está por verse, pero su impacto en la opinión pública y en el debate político es innegable. La tensión entre el gobierno y algunos de sus miembros es palpable, y el futuro del PSOE se presenta incierto.

En definitiva, las declaraciones de Morant han abierto una nueva etapa de confrontación política en España, con consecuencias impredecibles para el futuro del país.